JUSTIFICACIÓN: la pobreza farmacéutica se da cuando un paciente no puede permitirse asumir el coste de un tratamiento (medicamento y/o producto sanitario) prescrito. Algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) como el Banco Farmacéutico (BF) dan respuesta a esta necesidad. En 2018, el BF colaboró con 407 farmacias comunitarias catalanas.
OBJETIVOS: el objetivo del estudio fue describir la población de beneficiarios del BF, y el patrón de uso de medicamentos y productos sanitarios comparándolo con la población general.
MATERIAL Y MÉTODOS: estudio observacional a partir de la base de datos del BF, incluyendo información entre noviembre de 2017 y diciembre de 2018 en Cataluña. La información de la población general se obtuvo del sistema público sanitario. Se llevó a cabo un análisis descriptivo de las características sociodemográficas y del consumo de medicamentos y productos sanitarios de los beneficiarios comparándolo con la población general. Las variables continuas se representaron con medias mientras que las variables categóricas se representaron con proporciones.
RESULTADOS: los beneficiarios (N = 1.206) eran mayoritariamente adultos con un nivel de educación bajo (68 %), desempleados sin paro (57 %), con alguna discapacidad funcional (35 %) y con más de 1 hijo (53 %). Comparado con la población general, los beneficiarios eran mayores, no tenían estudios o tenían estudios de educación primaria (68,3 %), mostraban mayor prevalencia de incapacidad. Los beneficiarios tenían en menor proporción nacionalidad española, y se encontraban en mayor proporción divorciados o desempleados. Los beneficiarios estaban polimedicados y la mayoría usaban medicación indicada para el sistema nervioso (79 %), musculoesquelético (68 %), cardiovascular (56 %) y del tracto alimentario y metabolismo (68 %). Un 19 % de los beneficiarios usaban productos sanitarios. Las mujeres beneficiarias eran mayores y eran mayoritariamente divorciadas o viudas, empleadas y con hijos. Las mujeres mostraron un uso más elevado de medicamentos analgésicos y para trastornos mentales. El grupo de población pediátrica usaba medicamentos para tratar enfermedades graves crónicas (enfermedades coronarias, autoinmunes, trastornos de la conducta y síndrome de déficit de atención con hiperactividad).
CONCLUSIONES: pacientes con enfermedades graves, incapacitantes o crónicas se ven afectados por la pobreza farmacéutica. Mientras el sistema de copago se mantiene sin cambios, la farmacia comunitaria es un contexto óptimo para explorar las barreras económicas existentes que dificultan el acceso al tratamiento e informar a los pacientes de los recursos disponibles que les pueden ayudar a cubrir los costes de los tratamientos farmacológicos.