
La rosácea es una dermatosis facial inflamatoria, recidivante y crónica que con frecuencia demanda consulta en la farmacia comunitaria, y llega a representar en el año 2014 el 4% de todas las consultas dermatológicas realizadas en la misma.
Teniendo en cuenta aquellos aspectos que pueden ser de mayor utilidad en la práctica clínica diaria del farmacéutico comunitario, este trabajo revisa de forma sintética la epidemiología (el 80% de los casos se manifiesta después de los 30 años de edad, con predomino en mujeres), etiopatogenia (el mecanismo exacto que desencadena la enfermedad permanece oscuro, actualmente se considera que es producto de una respuesta anormal de la inmunidad innata a diversos estímulos externos), manifestaciones clínicas (las lesiones elementales primarias y secundarias que la definen son: eritema, telangiectasias, pápulas, pústulas, edema y esclerosis), clasificación clínica (actualmente, la más difundida es la desarrollada en 2002 por la National Rosacea Society de Norteamérica. En dicha clasificación, la enfermedad se subdivide en cuatro subtipos, y puede iniciarse en cualquiera de ellos o presentar manifestaciones de varios subtipos al mismo tiempo), diagnóstico diferencial (teóricamente, pueden presentar cierta similitud clínica con ella y obligar a un diagnóstico diferencial por este orden de importancia: acné vulgar, dermatitis perioral, erupciones acneiformes inducidas por corticoesteroides, lupus eritematoso y, en general, procesos que cursan con accesos vasomotores faciales) y tratamiento de la enfermedad (medidas higiénico-sanitarias, fármacos tópicos o/y sistémicos, y terapias físicas).
Por último, propone un protocolo de actuación en farmacia comunitaria para la asistencia a pacientes con rosácea, centrando la atención en aquellos casos que pertenecen a los subgrupos 1 y 2, los cuales representan el 92% de todas las consultas formuladas.