PRESENTACIÓN: en la nueva normalidad, tras el estado de alarma decretado con motivo de la pandemia por COVID-19, el entorno social del ocio nocturno juvenil ha tenido un papel relevante en la aparición de rebrotes en distintas localidades.
DESARROLLO: en julio de 2020 acudió una paciente, mujer, de 17 años solicitando se le tomará la temperatura corporal al referir malestar y estar alarmada por la situación de rebrotes en Zaragoza capital, especialmente en el entorno juvenil y trasladándonos la paciente que había estado disfrutando del ocio nocturno con otros jóvenes de su edad durante las noches previas. En la farmacia no se disponía de termómetro “sin contacto”, por lo que se procedió a tranquilizar a la paciente, dispensar un termómetro para uso particular y a realizar educación sanitaria en relación con las medidas preventivas para evitar situaciones de riesgo de infección por coronavirus. De la misma manera, se le facilitó el teléfono habilitado por el Salud para pacientes con sospecha de infección por coronavirus y se le indicó, que en el caso de presentar fiebre y/o sintomatología asociada, debería permanecer aislada en su domicilio, con la mascarilla puesta y extremando la higiene hasta que desde el teléfono habilitado o desde su centro de salud le indicaran cómo proceder.
RESULTADO: pasados tres días desde la visita de la paciente a la farmacia, esta acudió de nuevo para trasladar que no había presentado fiebre y que después de la información y las palabras tranquilizadoras, el malestar había desaparecido, por lo que pensaba que había sido fruto de la sugestión y el nerviosismo de la situación.
CONCLUSIONES: la farmacia comunitaria ha sido, en ocasiones durante este periodo de pandemia, la puerta de entrada de posibles pacientes con sospecha de infección por COVID-19. La formación, profesionalidad y cercanía de los farmacéuticos comunitarios con sus pacientes contribuye a facilitar la labor de información y educación en materia sanitaria, también en este periodo de pandemia por COVID-19.